¿Aproximaciones a qué?, por Georges Perec 

03.12.2019


Lo que nos habla, me parece, es siempre el acontecimiento, lo insólito, lo extraordinario: la primera pagina a cinco columnas, grandes titulares. Los trenes solo empiezan a existir cuando descarrilan, y cuantos mas pasajeros muertos, mas existen; los aviones solo acceden a la existencia cuando los secuestran; los autos tienen por único destino estrellarse contra los plátanos: cincuenta y dos fines de semana por año, cincuenta y dos balances: tantos muertos y tanto mejor para información las cifras no cesan de aumentar! Detrás del acontecimiento tiene que haber un escándalo, una fisura, un peligro, como si la vida solo debiera revelarse a través de lo espectacular, como si lo que se dice, lo significativo fuese siempre anormal: cataclismos naturales o conmociones históricas, conflictos sociales, escándalos políticos.

Ahití, 2019.
Ahití, 2019.


 En nuestra precipitación por medir lo histórico, lo significativo, lo revelador, no dejemos de lado lo esencial: lo verdaderamente intolerable, lo realmente inadmisible: el escándalo no es el grisú, es el trabajo en las minas.

 Los "malestares sociales" no son "preocupantes" en periodo de huelga, son intolerables veinticuatro horas por día, trescientos sesenta y cinco días por año. 

 Los maremotos, las erupciones volcánicas, las torres que se derrumban, los incendios forestales, los túneles que se desmoronan, ¡Publicis que se quema y Aranda que habla!

  ¡Horrible! ¡Terrible! ¡Monstruoso! ¡Escandaloso! Pero, ¿dónde esta el escándalo? ¿El verdadero escándalo? ¿Acaso el diario no dijo únicamente: quédense tranquilos, ya ven que la vida existe, con sus altibajos, ya ven que pasan cosas?

 Los diarios hablan de todo, salvo de lo diario. Los diarios me aburren, no me enseñan nada; lo que cuentan no me concierne, no me interroga y ademas no responde a las preguntas que planteo o que quisiera plantear.

  Lo que pasa realmente, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿donde esta? ¿Cómo dar cuenta de lo que pasa cada día y de lo que vuelve a pasar, de lo banal, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual? ¿Como interrogarlo? ¿Como describirlo?

  Interrogar lo habitual. Pero, justamente, es a eso a lo que estamos habituados. No lo interrogamos, no nos interroga, parece no constituir un problema, lo vivimos sin pensar en ello, como si no transmitiera ninguna pregunta ni respuesta, como si no fuera portador de ninguna información. Ni siquiera es condicionamiento, es anestesia. Dormimos nuestra vida con un sueño sin sueños. Pero, ¿dónde esta nuestra vida? ¿Dónde esta nuestro cuerpo?  ¿Dónde esta nuestro espacio? 

  Cómo hablar de estas "cosas comunes", como asediarlas, como hacerlas salir, arrancarlas del caparazón al que están pegadas, como darles un sentido, una lengua: que finalmente hablen de lo que existe, de lo que somos. 

  Quizás se trate de fundar, finalmente, nuestra propia antropología: la que va a hablar de nosotros, la que va a buscar en nosotros lo que durante tanto tiempo les hemos copiado a los otros. Ya no lo exótico, sino lo endótico.

  lnterrogar lo que tanto parece ir de suyo que ya hemos olvidado su origen. Volver algo del asombro que podían experimentar Julio Verne o sus lectores frente a un aparato capaz de reproducir y de transportar los sonidos. Porque ese asombro existió, y miles de otros, y son ellos los que nos han modelado. 

  Aquí se trata de interrogar, sea el ladrillo, el hormigón, el vidrio, nuestros modales en la mesa, nuestros utensilios, nuestras herramientas, nuestros horarios, nuestros ritmos. Interrogar aquello que parece haber dejado de sorprendernos para siempre. Está claro que vivimos, está claro que respiramos; caminamos, abrimos puertas, descendemos escaleras, nos sentamos a una mesa para comer, nos acostamos en una cama para dormir. ¿Como? ¿Donde? ¿Cuando? ¿Por que?

   Describa su calle. Describa otra. Compare. 

   Haga el inventario de sus bolsillos, de su bolso. Interróguese sobre la procedencia, el uso y el devenir de los objetos que ha sacado de ahí.

   Interrogue a sus cucharitas. 

   ¿Qué hay debajo de su empapelado? 

   ¿Cuántos gestos son necesarios para discar un número de teléfono? ¿Por qué?

   ¿Por qué no hay cigarrillos en los almacenes? ¿Por qué no? 

 Poco me importa que estas preguntas sean, aquí, fragmentarias, apenas indicativas de un método, a lo sumo de un proyecto. Me importa mucho que parezcan triviales y fútiles: es eso lo que, precisamente, las vuelve tanto mas esenciales que muchas otras a través de las cuales hemos intentado vanamente captar nuestra verdad.



Texto extraído de Lo infraordinario, traducido por Jorge  Fondebrider. 

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