21 gramos, de Diana Beláustegui

26.03.2020


Era enfermero en el ala norte del psiquiátrico. Ahí eran confinadas las personas violentas que podían ser un riesgo potencial para otros enfermos.

Cándida, una mujer joven de 30 años, estaba en la fase final de un cáncer y él esperaba el deceso por minutos, pesándola varias veces al día.


Había leído que el alma contaba con sólo veintiún gramos, y la curiosidad lo estaba matando, ¿cuánto perdería la loca de la pieza 104 una vez muerta?

Tenía un trastorno de personalidad disociativo. Cuando se convertía en una niña pequeña lloraba mientras la violaba, esa le gustaba, la otra era una mujer vieja que se quedaba mirándolo fijo cuando entraba a la habitación y le quitaba las ganas de torturarla con esos ojos negros encima de él. A veces ni siquiera podía terminar, la penetraba hasta que se daba cuenta de que el miembro flácido no haría milagros y se marchaba incómodo, ni siquiera le quedaban ganas de darle unos cuantos golpes para adiestrarla.

La mujer vieja era horrible, aun bajo la misma apariencia externa que la niña

chillona.

El deceso se produjo a las 3 de la mañana. El peso fue de 51,25 kgs.

La miró unos segundos, sonriente, y se acercó lo suficiente para estar a milímetros de su rostro.

--21 gramos, vieja loca, a la final eras sólo una --corrió la camilla de la balanza y se recostó sobre ella.

Aún estaba tibia, blanda y seguramente cogible.

Mientras la tocaba una niña lloraba en una esquina de la habitación.

La mujer abrió los ojos negros de pupilas dilatadas y aprovechando que el

enfermero estaba prácticamente royendo uno de sus hombros sólo tuvo que levantar un poco la cabeza para hacer diana en el cuello, introduciendo los dientes en la carne blanda.

Nadie escuchó los gritos ni el forcejeo.

Tras la pelea, la camilla se movió quedando nuevamente sobre la balanza, los

números indicaban 51,04 kgs.

Una niña lloraba en una esquina de la habitación.

Una mujer vieja se tironeaba del cabello en la esquina opuesta.

Ambas ansiosas que el cuerpo agónico del hombre expulsara sus 21 gramos.



Diana Beláustegui, Santiago del Estero, Argentina.

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